Las ominipresentes redes WIFI se basan en conceptos científicos que tienen que ver con longitudes de onda y emisiones radioeléctricas, pero en la práctica hay en ellas algo de brujería. Hace algunas semanas me llamó un cliente porque no conseguía meter en su red WIFI un nuevo ordenador. Al llegar, comprobé que, efectivamente, no había conexión. El indicador del estado de la conexión oscilaba entre “conectado con acceso a internet” y “conectado pero sin acceso a internet”, pero en ningún momento cargaba página alguna. Tampoco respondía google.com desde el PING de la línea de comandos. No obstante, el router le asignaba una dirección IP, con lo que cierta comunicación sí había. De hecho, haciendo PING al router, éste daba señales de vida.
Lo primero que hice fue “inicar en modo seguro con funciones de red”, por si algún software impedía la conexión y a continuación comprobar que la clave de cifrado era la correcta, y lo era. Revisé los ajustes TCP/IP para comprobar que estaba en “obtener dirección automáticamente”, ya que el router asigna direcciones IP a los clientes que lo solicitan (tras autenticarse, claro está). Probé también a asignarle manualmente una IP dentro del rango de la red. Pero seguía sin funcionar.
Entonces eliminé el perfil de red (la configuración guardada de esa red), por si se había corrompido. Tampoco hubo suerte esta vez. Así que con ayuda de mi móvil comprobé las redes próximas, por si había solapamiento de canales. No lo había. No tenía demasiada lógica, ya que los demás ordenadores sí se conectaban a la red WIFI sin problemas. Pero aún así lo hice, sin éxito, he de admitir ya un poco ruborizado.
Lo siguiente fue actualizar el driver del adaptador WIFI del ordenador. En realidad, lo desinstalé por completo y lo instalé de nuevo (a una versión más actual). Pero tampoco hubo suerte esta vez.
Lo siguiente que hice fue conectar ese ordenador al router WIFI por cable, para comprobar si el ordenador en cuestión tenía algún problema en su pila TCP/IP que le impidiera conectarse a Internet. Por cable funcionó perfectamente. Entonces entré a la configuración del router y lo dejé totalmente abierto, sin seguridad alguna, por si había alguna incompatibilidad en los protocolos de cifrado. Revisé también que el router no tuviera activo un filtrado MAC. Pero seguía sin conectarse por WIFI.
El siguiente intento fue ponerle a ese ordenador un adaptador WIFI que yo llevaba. El resultado fue negativo. Intentando mantener la sangre fría, le ofrecí al cliente llevarme el ordenador para probarlo fuera, en otra red WIFI. Así se hizo. En el taller pude comprobar que se conectaba sin problema alguno a mi propia red WIFI, tanto con el adaptador WIFI de mi cliente como con el mío.
Y por fin, por eliminación de hipótesis, pude dar con el culpable: una extraña y poco habitual incompatibilidad entre el router del cliente (uno de Telefónica) y ciertos adaptadores WIFI (casualmente el del propio cliente y el que yo llevaba para hacer pruebas). Llamamos a Telefónica para explicarles lo sucedido y pedirles otro router de marca distinta. El expediente X quedo esclarecido.
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